Introducción:
Ya en otra ocasión te conté sobre mi propia experiencia en mi entrada Yo también intenté suicidarme, como tal vez recordarás, básicamente mi intento suicida se debió a una mezcla de problemas familiares y de mi propia salud mental, por lo que el día de hoy me gustaría profundizar en el tema de la salud mental, y cómo sobrellevar el hecho de que está esté dañada.
Ante un diagnóstico, o falta del mismo:
La mente al igual que el cuerpo se puede enfermar, y así como vamos a un doctor y nos dicen que tenemos un resfriado o una infección en el estómago, también podemos llegar a estar frente a un psicólogo o un psiquiatra que nos dice que tenemos algún problema de salud mental, ya sea una enfermedad, un trastorno del estado del ánimo, de la personalidad, etcétera.
Y a veces, al igual que un doctor que nos receta medicamentos para un resfriado o enfermedad del cuerpo, podemos vernos ante la situación de necesitar de un tratamiento para el mal que afecta nuestra mente, ya sean largas sesiones con un psicólogo o medicamentos psiquiátricos, y quizás al principio no hay tanto problema, pero… ¿Qué ocurre si, en determinados casos, se nos dice que no hay cura para lo que nos aqueja? ¿Qué el tratamiento es de por vida? Una cosa es tomar medicamentos para la garganta o la tos de vez en cuando, y otra muy diferente, someterse a largos o incluso permanentes tratamientos por un problema de salud mental.
En ocasiones el panorama se complica cuando, a pesar de que somos conscientes de que tenemos algún problema de salud mental, la falta de acceso a servicios de salud mental de calidad nos termina impidiendo recibir un diagnóstico apropiado, lo que en consecuencia complica el tratamiento y puede incluso empeorar la situación. Ante escenarios de este tipo, es comprensible llegar a caer en la desesperanza y en la frustración, los cuales pueden ser difíciles de manejar.
Mi caso personal:
Tal vez lo mencioné en algún momento, o tal vez no, pero en resumidas cuentas tuve varios síntomas que afectaron mi salud mental por alrededor de siete años, y cuando por fin estuve en consulta con una psiquiatra esta me comentó que creía que yo podría tener un trastorno de la personalidad (problemas mentales que alteran el comportamiento); por un breve instante sentí que estaba cerca de empezar a sentirme mejor, después de todo, si se conoce cuál es la enfermedad que se está padeciendo es más fácil tratarla ¿no?
Mi problema fue que, la psiquiatra que me atendió nunca me confirmó si sí tenía un trastorno de la personalidad (como esta había sospechado tras haberme tratado brevemente), y mucho menos me especificó qué trastorno de la personalidad tenía, lo cual fue un problema, porque hay varios trastornos de la personalidad, y todos son diferentes y necesitan tratamientos distintos (por no mencionar que son condiciones que no se curan).
Evidentemente, ante la falta de un diagnóstico claro, no pude tratarme adecuadamente, así que sólo dejé de ver a la psiquiatra y me conformé tomando mi antidepresivo y mi antipsicótico todos los días hasta la fecha, porque hasta cierto punto esas pastillas me ayudan, y no sé qué más hacer para tratarme.
¿Qué hacer a continuación?
Te cuento todo esto, porque esta situación que atravesé me hizo reflexionar sobre lo frágil que puede ser la mente humana, y lo problemático que es que esta se puede enfermar, y a veces por cosas que ni siquiera tienen cura. Tal vez yo tengo un trastorno de la personalidad, tal vez no, quizás tengo otra condición distinta, en cualquier caso no tengo las credenciales para confirmarlo o negarlo.
Pongámoslo así: Cuando tengo depresión la puedo tratar, pues sé que eventualmente se me va a pasar; en cambio, si yo ya tengo un trastorno de la personalidad, tengo algo que no se me ha quitado y ni se me va a quitar nunca. Entonces mi única alternativa es aprender a vivir a pesar de esa condición.
Lo que me lleva a que quizás tu caso es similar, puede que tengas un problema de salud mental (ya sea uno con posibilidad de cura como la depresión, u otro con el que vayas a vivir por el resto de tu vida), e independientemente de si tienes un diagnóstico claro o no sobre tu salud mental, vas a tener que aprender a vivir con determinadas condiciones al igual que yo. Así que la cuestión es: ¿Cómo hacemos eso?
El tratamiento no es el enemigo:
Mi consejo para el día de hoy es hacer las paces con el tratamiento que estés llevando, pues a veces nos sentimos mal por ir al psicólogo, al psiquiatra o por tomar medicamentos psiquiátricos. Después de un tiempo de tomar mis medicinas me sentí cansada de ello, no dejaba de preguntarme qué está mal conmigo, por qué no puedo ser una persona normal y funcional sin tener que llenarme de pastillas para la depresión y las alucinaciones auditivas, si alguna vez podría arreglarme; me sentía mal conmigo misma por depender de pastillas y por a veces, seguir sintiéndome mal a pesar de tomarlas.
Creéme, esto es algo con lo que el día de hoy sigo luchando: Hace tan sólo unas semanas dejé la sertralina porque me sentí culpable por algo que sucedió un día, y sentí que merecía caer en depresión otra vez, luego de cuatro horribles días de abstinencia (antes de que mi mamá me obligara a volver al tratamiento) me sentí aún peor ante la idea de depender de un montón pastillas para siempre.
Sé que puede ser agotador seguir un tratamiento, sé que a veces da miedo y causa conflictos internos, pero es importante aceptar cuando no estamos bien y necesitamos ayuda, no tiene nada de malo cuidar de nuestra salud mental, incluso si eso significa que tengamos que hacerlo con ayuda de alguien más, necesitar ayuda no nos hace débiles ni incompetentes, nos hace realistas, honestos y amables con nosotros mismos. Si lo piensas bien, es probable que seas más amable con cualquier persona antes que contigo mismo, entonces ¿Por qué no ser más gentil contigo?
En lo que respecta al simple hecho de tener un problema de salud mental, tienes que entender que no tiene nada de malo no estar del todo bien de la cabeza, a estas alturas ¿Quién lo está? Hay mucha gente loca, enferma y con problemas en el mundo (que quede claro que no lo digo despectivamente), ¿Por qué nos tendría que importar si estamos locos también? Además tampoco somos tan importantes para que a otros les importe si tomamos antidepresivos u otro medicamento ¿Cuál es el punto en preocuparse por lo que otros puedan pensar? Incluso si a alguien le importara ¿Por qué esa persona sería lo suficientemente importante para que nos afecte lo que él o ella piensa?
Conclusión:
La salud mental es un tema complejo, pero si lo pensamos bien es más simple de lo que parece, sólo hay que tener en cuenta que: La mente también se enferma y necesita de diagnóstico y tratamiento, vale la pena buscar ayuda cuando es necesario, (incluso si el sistema de salud mental nos falla y nos deja sin diagnóstico), hay que tener en mente que el tratamiento no es el enemigo, está bien ir al psicólogo o al psiquiatra (si eso te ayuda claro, si no, no te recomiendo regalar tu dinero), y tomar medicamentos si estos ayudan (con la menor cantidad de efectos secundarios, claro está).
Sí, quizás estamos enfermos, quizás estamos locos y tendremos que estar en largos o permanentes tratamientos para ser seres humanos funcionales, pero está bien, no tiene nada de malo vivir con determinadas limitaciones, o recurrir a ayuda para ello, después de todo somos seres imperfectos viviendo vidas imperfectas, ¿Por qué no valdría la pena seguir tratando de vivirlas?