Un texto corto que escribí pensando en mi mamá, expresa los sentimientos de una persona perdida y llena de frustración por su deseo de ser escritora por medio de una metáfora sobre el mar.
Fue publicado por la revista Entre Paréntesis en septiembre del 2020 en su número 68.
Capitana errante
“No puedes hacerlo sola” ya hasta memoricé esa típica frase como si fuera un tatuaje que mi consciencia lee de mi brazo cuando no estás para decírmelo, con esa voz penetrante en mis tímpanos como ácido que me desintegra por dentro, tratando de inmovilizarme, reduciéndome a un vegetal por creérmelo, esas palabras son balas que me trago y con las que me ahogo.
Pero tú no sabes cómo me siento, no ves en mi interior la tormenta por la que me fuerzo a no ser un vegetal. Parece que no importa si me he sentido confiada y guiada por mi brújula interna en el pasado, puesto que me haces cuestionarme si no estoy dando vueltas en círculo, sin rumbo, como un ama errante que teme que hayas tenido la razón.
Lo peor es que no sólo dificultas mi fuerza de voluntad para seguir, sino que además estás llenando de combustible mi corazón y lo haces arder en llamas de un dolor que te permito y con el que me auto-flagelo. Dices que todo lo que haces es por mi bien, pero ¿Qué no ves que me lastima tu falta de fe? Por más que digas que es la ruta que recorro de la que desconfías, realmente siento que es en mí en quien no crees para sobrevivir en ese entorno salvaje.
Perdóname por no querer seguir la ruta de todos los demás, sé que la mía es más cruel, que son aguas fantasmales donde sólo me acompaña un sol abrazador que me quema desde la piel hasta los huesos. Estaría mintiendo si te dijera que no hay veces en las que me gustaría que la vida fuera más sencilla, confieso que he querido ser como todos los demás, así tal vez no sufriría, quizás confiarías en mí y dejaríamos de pelear todo el tiempo por mi rebeldía. Pero es que por más que he intentado seguir la corriente no lo he conseguido: hay demonios en mi cabeza que me arrastran a un abismo de ansiedad y depresión cuando lo intento, aunque por fuera lo intente ocultar. A veces siento que hay algo malo conmigo, como si me hubiera averiado y entonces lamento cómo soy.
Sé que sentirías más seguridad si no estuviera sola, pero ve a mi alrededor y respóndeme ¿A quién más tengo para pintar este difícil sueño en mi realidad? A nadie, sólo me tengo a mí, sólo soy yo, capitaneando este frágil navío, viajando en este mar infinito, tratando de encontrar mis tesoros ocultos en islas. A veces tengo buenos viajes y a veces no entiendo de dónde vengo y me confundo sobre a dónde voy, y el sólo pensar en la angustia que te provoco por mi paradero no me ayuda a dejar de temerle a las aguas que navego.
Quedé varada en una isla desierta, tratando de arreglar mi navío descompuesto, mirando con ilusión hacia el océano, a la espera de ver las luces de los barcos pasar apuntando hacia mí, porque sabían que existía y del sueño que usaba para hacerles llover colores que puedan llevarse al amargo y deprimente gris que les consumía, y a mí me sacarme de este aislamiento al darme el ingenio para navegar nuevamente.
Pero no me fue fácil salvarme de la isla, viví como una maníaco depresiva que luchaba por mantenerse fuera de su letal oscuridad, en donde era la peor artista que ha pisado jamás el planeta Tierra. Intentaba que la confianza que tenía hacia mí pudiera ser suficiente para no ser un vegetal, que incluso pudiera compensar la que tú no parecías tenerme, pero me enterraba en proyectos que debía acabar: aventuras que no parecen dar con la “x” roja en la arena para desenterrar su tesoro, y los rechazos de cada página que intentaba sacar no me daban una visión más objetivamente positiva de esta realidad. Esta realidad de soledad donde solo quería la pintura hecha, mis colores difundidos hacia los demás, y las luces cálidas de los barcos sobre mi piel que desde el mar me decían: “Lo conseguiste”.
Esa fue sólo una de muchas veces que reparé mi barco, recientemente desenterré algunos tesoros y pensé en ti, espero sean una joya que puedas lucir con orgullo y te permitan confiar en que puedo sobrevivir. Hoy estoy volviendo a navegar, y el sólo saber que esta vez te llevo en mi corazón como una compañía fiel para alentarme, me hace sentir que por primera vez no estoy sola en un mar gris que se debate entre la calma y la tempestad.