El estado anímico consiste en cómo se encuentra una persona emocionalmente, son condiciones naturales que nos ocurren a todos por el simple hecho de ser humanos, sin embargo las transiciones entre emoción y emoción pueden causar confusión cuando se trata emociones completamente distintas entre sí, ya que ¿Cómo pasamos de la felicidad a una ansiedad o depresión profundas? Si hablamos de la frecuencia ¿Cómo es posible que estas transiciones tengan lugar de forma tan espontánea y sucediendo demasiadas veces? y si es la intensidad a lo que nos referimos ¿Cómo un simple estado anímico puede causar tanto dolor y autodestrucción.
Las transiciones, frecuencia e intensidad de cada estado anímico pueden implicar un inmenso cansancio, desgaste emocional y frustración, haciendo que cada vez sean más difíciles de soportar. Y creo que es en este panorama donde nos preguntamos ¿Por qué? ¿Por qué a mí? Sin embargo, ahora que pienso en mis cambios de ánimo, incluso si apenas me molestaron hace unas horas, es cuando me pregunto: ¿Realmente importa saberlo?
Nuestro cerebro tiende a categorizar las cosas y asignarle un nombre a todo, porque esa es nuestra forma de comprensión, sin embargo ¿Qué sucede cuando aquello que se desea nombrar es tan confuso que no parece tener un nombre? ¿Nos llevará a algo un vano intento de auto diagnosticarnos?
Pongámoslo con un ejemplo: cuando sufrimos de una depresión, queremos saber por qué nos sentimos así, pues creemos que en la respuesta yace nuestra posibilidad de sanación, lo cual tiene sentido, ya que vivimos en una sociedad cuyo conocimiento se basa fuertemente en lo dice la ciencia, estamos acostumbrados a enfermarnos e ir a un doctor para que nos diga qué tenemos y nos recete medicamentos para sentirnos mejor. Con la depresión queremos la misma dinámica, salvo que comúnmente sin la variable del doctor experto, pues nos da miedo compartir lo que nos sucede con alguien más, es entonces cuando decidimos suplantar el lugar del doctor.
¿Y qué pasa cuando somos nuestro propio doctor o doctora? Lo único que tenemos a nuestra disposición es la introspección para encontrar la razón de nuestro malestar, un malestar que sentimos que sabemos cuál es, pues tenemos una idea del mismo al ser capaces de enlistar todos los síntomas que tenemos, pero seguimos sin saber cuál es al final, porque no tenemos una etiqueta para el mismo.
Con lo anterior me gustaría señalar lo frustrante que puede resultar la lucha por auto diagnosticarnos por medio de la introspección con el fin de sanarnos, ya que sinceramente puede que funcione o puede que no, la primera depresión que tuve me la curé yo sola mucho antes de poder auto diagnosticarme, fui incapaz de asignarme una etiqueta, y sin embargo resultó que no la necesité después de todo.
Entonces, volviendo a los cambios de ánimo, tal vez no importa el porqué de estos, tal vez no necesitamos un auto diagnóstico o etiqueta para los mismos, lo que me recuerda a un verso de una canción llamada Happy hurts de Icon for Hire: “There’s a lot of us you know ill and un-diagnosed, but I don’t need a piece of paper to tell me what I already know” (Hay muchos como nosotros ¿sabes? enfermos y sin diagnosticar, pero no necesito un pedazo de papel para que me diga lo que yo ya sé).
De hecho tal vez los cambios de ánimo son algo igual de problemático y confuso como el objeto para los estudios visuales, los estudios visuales son un análisis de una cultura visual, la cual engloba las formas de ver las cosas de una sociedad, básicamente una visión que se tiene en torno a algo. Lo curioso de los estudios visuales es que son interdisciplinarios, por lo que pueden abordarse desde múltiples perspectivas, lo que complejiza definir ese algo, ese objeto del cual se trata de analizar la visión que se tiene de él. En palabras de Mieke Bal: “Sí, ciertamente, el dominio del objeto, no es obvio, sí este debe de ser <<creado>>, quizás después de haberlo destruido primero…”
Destruir se refiere a desarmar el objeto viéndolo desde todas las diferentes perspectivas, en donde no se puede definir nada en particular, y crear se refiere al momento en el que se arma al objeto después de esto, la visión resultante de todo el análisis, que se ve como creación por ser una visión diferente debido a cómo se llegó a esta.
Supongamos que vamos a estudiar visualmente a nuestros cambios de ánimo (algo así como una variante del estudio visual ya que es solo nuestra visión, no una visión de la sociedad), el objeto de estudio no serían dichos cambios, sino lo que naturalmente nos interesa descifrar: el porqué de ellos, una etiqueta para nuestra condición, nuestro auto-diagnóstico para tratarnos, en este caso la definición del objeto de un estudio visual aplica perfectamente porque queremos descubrir algo que no es obvio.
Y es aquí cuando vuelvo a preguntarme ¿Vale la pena? ¿Importa saber porqué? ¿Necesitamos esa etiqueta? Y creo que mi respuesta es no. Lo que acabo de explicar sobre los estudios visuales es solo una analogía para comprobar lo difícil que puede ser auto diagnosticarnos, y realmente creo que una persona que sufre cambios fuertes de ánimo o simplemente se encuentra en un estado anímico duro de soportar no merece pasar por tantas complicaciones, ya bastante difícil es tener cambios de ánimo o un estado anímico lamentable como para que se obsesione con ponerle una etiqueta a su condición.
Creo que las personas merecen más que eso, y el auto tratarse anímicamente es algo que no necesariamente requiere de un diagnóstico, se puede tratar con pequeñas acciones que sirvan como medicinas. Así que he llegado a una receta más sencilla: No empeñarse en auto diagnosticar la condición que causa estos cambios de ánimo; concentrarse más en los síntomas y las molestias que se tiene en los mismos; en los momentos de lucidez encontrar actividades apropiadas para cada cambio de ánimo; cuando ocurran estos fuertes cambios de ánimo hacer esas actividades decididas previamente; recordar que todos los estados anímicos, transiciones de estos y sus intensidades son naturales porque somos humanos y por ende hay que evitar sentimientos de culpa por ellos; e incluso si nos llegamos a auto diagnosticar en algún momento, saber que está bien, y no por eso valemos menos como personas.
La clave para aprender a vivir con cambios fuertes de ánimo consiste en quererse incondicionalmente y cuidarse a pesar de todo, y sí, sé que es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero la realidad es que si se intenta con pequeños cambios poco a poco se obtiene una mejoría, los cambios de ánimo nunca se van a ir, somos humanos y nos acompañarán por el resto de nuestra vida, pero lo que sí podemos hacer es controlarlos, y si se trabaja en eso poco a poco dejarán de ser tan intensos y con tanta frecuencia, se puede quitar el adjetivo fuertes del término “cambios de ánimo”, se puede dejar de lado el desgaste emocional y la frustración y realmente tener ganas de vivir otra vez, solo se necesita una mejor receta y realmente seguirla.