Empleados de la muerte

El presente escrito es un cuento de ciencia ficción que habla sobre la ansiedad y el aislamiento que trajo consigo la pandemia de Covid-19.

Fue publicado por la revista Puerta Escarlata en su quinto número.

Empleados de la muerte

—¿Esto es la Tierra? — pregunté confundida, me encontraba en un ambiente extraño y bien iluminado, demasiado tal vez, con luces de neón que cansaban la vista.

—¿La Tierra? — se burló una voz femenina, provenía de una de las dos personas que tenía enfrente, estas usaban guantes, un traje hermético en color oscuro, y mascarillas además de una especie de casco que les tapaba el rostro, lucían extraños, como si no quisieran que les entrara el aire de su entorno. Estaban parados contemplándome y no parecían sorprendidos de verme, ni siquiera porque no vestía como ellos. 

—Claro que no, los humanos hemos dejado ese mundo hace mucho tiempo, lo que antes era nuestro planeta Tierra ya no existe, hemos sido succionados por otra realidad que yacía dentro de la anterior— me dijo la voz femenina monótonamente. 

Mascullé un “gracias” y le tendí la mano a la desconocida esperando a que me ayudara a ponerme de pie, pero estos sólo se hicieron para atrás con aversión, sólo entonces me di cuenta de que estaban muy separados entre sí, como si repudiaran el contacto humano. Bajé la mano y les pregunté: 

—¿Ustedes quiénes son? 

—Yo soy Eva, él es Joshua, estaremos a cargo de ti un tiempo para que te acostumbres a esta nueva realidad — me explicó.

Me levanté sola y me vi en un pasillo de apariencia infinita, a un lado estaba una pared blanca y descuidada y del otro una ventana por la cual me asomé para ver donde estaba: el lugar se parecía mucho a la Tierra salvo que las calles se veían medio vacías, Joshua se paró también junto a la ventana a una distancia considerable de mí y me contó:

—Eso en cambio sí es la Tierra — me dijo, —sin embargo ha cambiado mucho en estos últimos meses, no la reconocerías si volvieras a ella.

Cuando me volví al interior vi que Eva sostenía un dispositivo del tamaño de un celular que proyectaba un documento holográfico que no era más que una recopilación de mis propios datos, iba a preguntar de dónde lo sacó, pero entonces lo apagó, se volvió hacia mí como si fuera lo más normal del mundo y me dijo:

—Muy bien, Lilian ¿cierto?, vendrás con nosotros — me avisó antes de caminar por el pasillo con Joshua, yo me quedé en mi sitio sin saber si quería obedecer, pero estos no miraron atrás ni por un instante.

—¡¿Qué es este lugar?! — pregunté señalando el interior y con miedo de quedarme sola ahí, —¿Qué está pasando?

—Vamos te lo mostraremos — me indicaron haciendo que los siguiera por el pasillo.

Caminamos por un largo rato, vi la Tierra vacía por la ventana, luego me volví hacia la pared blanca y vi un portal que desaparecía de mi visión si retrocedía unos pasos, ingresé a él con curiosidad, pero mis acompañantes se quedaron esperando afuera. 

Una vez dentro me vi en otra parte del mundo en donde nunca había estado, vi numerosos enfermos y gente que moría, y conforme caminaba noticias desafortunadas iban manifestándose frente a mí en forma de textos holográficos, al tiempo que me topaba con reporteros que narraban todo lo que sucedía, sin embargo ninguno podía explicar de dónde provenía aquella desgracia o porqué había acontecido. 

Salí de vuelta al estrecho pasillo, donde Eva y Joshua sólo me miraron y me hicieron seguirlos nuevamente, a lo largo del camino volví a entrar a más portales una y otra vez; cada vez que salía podía observar cómo se hacía de día y de noche por la ventana, también noté que encima de cada portal había una placa con una fecha, la cual nunca era la misma, era como si la Tierra sin importar que pasara nunca interrumpiera sus movimientos de rotación. 

—¿Qué pasa? — me preguntó Eva al ver que dejaba de entrar a los portales.

—Llegó un punto en el que se volvió demasiado deprimente — contesté.

—Sí, es normal, te dije que no reconocerías la Tierra si volvieras a ella, aunque los portales en realidad no te llevaron de vuelta ahí, sólo te la mostraron — comentó Joshua

—¿Y por qué por la ventana no veo lo mismo? — le pregunté, ya que por esta sólo veía tramos de un Tierra que a veces se encontraba desierta y otras veces concurrida, —¿por qué algunos salen y otros no? 

En ese momento llegamos a una bifurcación en el pasillo de la que no me había percatado, mis acompañantes se adentraron en otra dirección al lado opuesto de la ventana y troté detrás de ellos insistiendo por una respuesta. 

—Tú entraste a los portales a ver lo que pasa en la Tierra, tú dinos — me animó Joshua.

—Hay gente que se está muriendo ¿por qué? — contesté.

—Porque La muerte es el nuevo orden mundial, en realidad siempre lo ha sido, sólo que ahora es muy notorio, y ahora que se ha vuelto a posicionar como dictadora está llevándose a tantos humanos consigo como puede — contestó Joshua. 

—¿Y por qué hace eso? — pregunté mientras continuábamos por el nuevo pasillo que lucía exactamente igual que el anterior, salvo que ya no había más portales en el camino. 

—La cuestión no es porqué, sino cómo — intervino Eva, —La muerte llegó al poder enviando a sus nuevos empleados, su estrategia era simple pero infalible: soltarlos en la calle como asaltantes al acecho a la espera de que algún humano se cruce en su camino, una vez que tienen a la víctima se vuelven huésped de esta sin que nadie lo note, pegándose a esta; siguiéndola a todas partes y cada vez que su víctima tiene contacto con otro ser humano el empleado se duplica y envía a su copia al otro para agregar una víctima más a su colección. Aquello lo hacen una y otra vez sin parar mientras que cada empleado y sus duplicados luchan con su víctima para mandársela a su dueña la muerte, o se desvanecen en el intento — me explicó.

Con esa nueva información desaceleré el paso para mirar una vez más a través de los siguientes portales que se me presentaron, en donde yo no era más que un holograma que podía atravesar y ser atravesado por objetos y personas, como si el lugar quisiera recordarme que no estaba ahí, que aquello era una construcción de hechos que bien podrían ser verdades, mentiras, verdades a medias, e independientemente del resultado adherirse o no a mi memoria. Revisé a profundidad las imágenes frente a mis ojos, pero en ningún momento vi a ningún empleado de los que me habían hablado.

Salí tambaleándome del último portal al que había ingresado, contemplé a Eva y a Joshua que me miraban con rostros ocultos tras mascarillas y cascos herméticos no sólo de aire sino también de emoción que me impedían leerlos, supuse que debía ser incómodo y me sorprendí de su paciencia, así como del hecho de que nunca me siguieran a ningún lado, pero yo a ellos sí. Retomaron el camino por el cual los seguí mientras les preguntaba:

—¿Ustedes porqué nunca entran a los portales?

—Ya lo hemos hecho — me contestaron al unísono.

—¿Y han visto a algún empleado? Porque yo no encontré ninguno — contesté.

—No — me respondieron al mismo tiempo.

—¿Entonces cómo demonios saben cómo operan? — cuestioné desconfiada. 

—Si bien nunca los hemos visto, las artimañas de la muerte no son ningún secreto — me dijo Joshua, —sólo mira las consecuencias, siempre siguen los mismos patrones, por eso fue que no fue difícil descifrar que los empleados se comportan como una enfermedad.

—Entonces… — comencé a decir uniendo los puntos en mi cabeza, pero no alcancé a preguntar más, pues en ese momento llegamos a una bifurcación en el pasillo que antes de veía infinito, al igual que los portales desaparecía de mis retinas al retroceder unos pasos, pero aquello no le sorprendía a ninguno de los dos, pues estos parecían saberlo todo de antemano, por lo que opté por seguirlos esperando llegar a alguna parte. 

Me di cuenta al cabo de un rato que ya no había ningún portal a mi disposición, sólo un ritmo visual en la desvencijada pared blanca que me devolvía la mirada, dejándome dividida entre una armonía interna y una angustia por no saber dónde estaba parada, mirando frenéticamente las cuatro superficies a mi alrededor les pregunté:

—¿A dónde se han ido los portales? 

—Oh ya volverán, no te preocupes por eso, y cuando lo hagan esa vez no se volverán a ir aunque lo quieras, ni tampoco los objetos que representan y construyen — me tranquilizó Eva, —todo este lugar es tuyo, es tu Refugio.

—¿Refugio? — pregunté desconcertada, —¿Por qué necesitaría un Refugio? 

—Necesitar es un verbo con aplicaciones muy polémicas últimamente — comentó Joshua, pero no te preocupes, no es más que tu casa, prácticamente lo que ya conoces, ya lo verás cuando lleguemos a esa sección — dijo al tiempo que me conducía por el lugar. 

—¿Volveré a la Tierra entonces? — les pregunté.

—Si es que la puedes reconocer y acostumbrarte a esta nueva Tierra, claro — me aclaró Eva, —ahora escucha antes de que te dejemos en tu destino porque hay algo que debes de saber: en el momento en el que se expuso el mecanismo de la nueva dictadora, o sea la muerte la humanidad se ha dividido en dos clanes, tendrás que elegir entre uno de los dos.

—¿Y cómo sabré elegir? ¿En qué se diferencian estos clanes? — pregunté.

—El clan 1 somos los que nos guardamos de los empleados, creemos que nos amenazan de ponernos de rodillas ante la muerte y ser suyos, por ello decidimos dejar las calles vacías y escondernos, como si nos refugiáramos hasta que pasara una tormenta, para evitar contraer al huésped y pasárselo a aquellos con los que vivimos, es muy raro que salgamos, salvo que por provisiones para poder sobrevivir en el Refugio — explicó Joshua. 

—En cambio — continuó Eva, —el clan 2 son los que los desafían se niegan a cambiar su estilo de vida, nos llaman exagerados a los del clan 1 por nuestros cuidados y salen de todas maneras, dicen cosas como: “No existe”, “No pasa nada”, “Salgo con cuidado”, “¿Cuál es la diferencia entre cuidarme tanto y no hacerlo si hasta a los que se cuidan tanto les pasa? O “Esto no se va a terminar, tenemos que aprender a vivir con ello”. 

Me quedé callada por un rato mientras procesaba la información que me habían dado, finalmente el ritmo del vacío de la pared se terminó y dio paso a una puerta que se abrió ante mí, la cual de inmediato reconocí como la puerta de mi casa, me quedé quieta mientras ambos me observaban a cierta distancia, sólo que esa vez tuve la sensación de que no me esperarían más, pues se tenían que ir a conducir a otros humanos como yo a su respectivo Refugio, y conducirlos a una puerta que también reconocieran. 

—Adiós Lilian, espero que sobrevivas — me dijo Joshua para despedirse de mí.

—Recuerda elegir tu clan — agregó Eva, acto seguido entré por la puerta sin siquiera recordar en qué día estaba mientras ellos se iban y me dejaban ahí.  

Inició una larga temporada en el Refugio para mí, era como un escondite dentro de la Tierra, de la Tierra misma, la mayor parte del tiempo permanecí detrás de la puerta, en mi casa; por temporadas me paseé por los estrechos pasillos a atravesar los portales para ver hacia afuera, luego los olvidaba durante un tiempo cuando se volvía demasiado deprimente, pero siempre terminaba volviendo a estos otra vez; también me di cuenta de que algunas ventanas se podían abrir, podía salir a la Tierra nuevamente, cosa que hice en contadas ocasiones cuando me veía en la necesidad, pero independientemente de donde estuviera la angustia porque me capturara algún empleado no desaparecía. 

Aprendí sobre los dos clanes entrando a los portales, no tardé en darme cuenta de que prefería al clan 1, pero también aprendí de estos por los demás refugiados que había conmigo ahí: dos más del clan 1 y una del clan 2. Pude ver la complejidad de ambas posturas, sin embargo, conozco en significado de la tolerancia y sé que entre los seres humanos debe existir el respeto de las ideas contrarias a las propias, pero cabe destacar que es uno de los valores más difíciles para nosotros de practicar. Aquello lo vi ser puesto a prueba mediante múltiples discusiones en el Refugio, algunas de las cuales acabaron en gritos y en insultos que me incomodaron de sobremanera, pues junto a los humanos con los que viví somos un ejemplo de esta división: por un lado, algunos nos guardamos de los empleados, mientras que ella los desafiaba.

¿Pero hasta qué punto podemos tolerarnos si nos afectamos directamente debido a lo que pensamos? Y es que el problema de nuestra situación era que ella desafiaba a los empleados, queriendo mantener su estilo de vida, y acusándonos de molestarla, ella quería actuar normal y nos acusó de molestarla y quererla encerrar sin razón, pues pedirle que cambiara de postura era demasiado pedir para ella.

Mientras que nosotros los del clan 1 sólo temíamos por su bien y el nuestro, pues si uno se volvía el huésped el sufrimiento llegaría y tal vez alguien moriría. Y de hecho llegó el día en que la mala suerte nos golpeó, pues alguien de nuestro Refugio había traído a un empleado a la casa, y ese alguien era del clan 2. Justamente la que podía llamarnos exagerados todo lo que quisiera, pero al final tuvimos razón, y el acecho de la muerte terminó en el aire que respirábamos. 

El empleado estaba afuera a la espera del próximo que se atreviera a exponerse y la encontró a ella, ¿y cómo no la iba a encontrar si desde que comenzó la nueva dictadura de la muerte ella no había parado de salir? Para mí la cuestión no era si iba a pasar si no cuándo iba a pasar, y a pesar de ello me resultó frustrante que nos hubiéramos refugiado durante tanto tiempo adentro, y que nada de eso hubiera importado nunca porque su actitud irresponsable e indiferente la llevó a salir a convertirse en el siguiente huésped y arrastrarnos a la misma amenaza con ella. 

El empleado de la muerte estaba en el aire, en las cosas, en mi sueño, me acechaba como una sombra, amenazaba con hacerme una huésped más para dejar caer en el dolor y la desesperación, con llevarme ante su dueña en cualquier instante como a tantos más para que me chupara la vida como un vampiro chupa sangre, y es cuando me pregunté ¿Hasta este punto todavía debemos tolerar?

No pretendo juzgar a los que desafían a los empleados, están en su derecho de hacer con sus vidas lo que les venga en gana, lo que sí juzgo es cuando fuerzan a alguien más a estar en su misma posición, ¿Y es que porqué ella no pudo hacer lo que quería viviendo sola o con alguien que pensara igual, en vez de hacerlo con otras personas que no aprobábamos su comportamiento ni queríamos tomar sus mismos riesgos? 

La noche en la que nos enteramos tuvimos que dejarla encerrada en su cuarto hasta que el empleado la dejara, a lo cual ella aceptó, aunque como no volvimos a dirigirnos la palabra durante los siguientes días decirle “te lo dije” o escuchar de ella alguna pizca de culpa o preocupación por el problema en que nos había metido fue imposible.

Si bien estaba entre molesta y preocupada por todo, por no mencionar el trabajo que me costaba respirar con la mascarilla día y noche para evitar contacto con el empleado (y que me seguiría costando mientras a ella no), también sentía cierto alivio, pues podía saborear un triunfo: el consuelo de que ella al menos aprendería, por las malas, pero aprendería y cambiaría de clan, comenzando así a guardarse de los empleados y haciendo que aquella situación no se volvería a repetir. 

Claramente me equivoqué: a los dos días de haberla tenido encerrada ya estaba haciendo planes para salir a la semana siguiente, planes para actuar igual que siempre lo había hecho, aunque claramente su “no pasa nada” podía decirse como equivocado por lo que acababa de pasar esa fue su misma respuesta para anunciar que saldría de nuevo. 

Ahora sólo esperamos poder mantenernos ocultos de los empleados, con la misma resignación con la que hemos aguantado que ella dejara el Refugio repetida y constantemente durante tanto tiempo sin necesidad alguna, y seguimos esperando que ella no vuelva a traer a otro a la casa, que este nos tome de huésped a alguno de nosotros, y sea lo bastante fuerte para llevarnos ante la dictadora de la muerte por un riesgo que nunca aceptamos tomar.